6.30 a.m. Arranco el motor, falta medida hora para llegar a un destino contra reloj, en cada minuto, cada kilómetro, la claridad es mayor, Valencia empieza a despertar.
7.00 a.m. Llego a la hora prevista, una máquina y unos operarios están en sus labores de limpieza de la playa, y poca gente, alguien haciendo deporte, alguien meditando y algún que otro que viene a lo mismo que yo, con su toalla para sentarse en la arena y esperar a que empiece el espectáculo.
7.30 a.m. Sale el sol. La emoción hace que mi corazón se encoja y dé un salto de alegría ¡ya está aquí!, tanto que alguna lagrimita se escapa. Es increíble lo rápido que sube el sol y es ahí cuando eres consciente de la velocidad a la que gira la tierra.
Hay cosas por las que merece la pena estar viva y una de ellas es esta, ver amanecer en el mar. Que no te lo cuenten porque es indescriptible. La emoción de ver como de repente, entre la bruma, aparece el astro rey es tan electrizante que de pensarlo y contarlo se me eriza el vello de la piel. Los fenómenos naturales son un regalo de la naturaleza que merece la pena disfrutar y dedicarles tiempo. Un placer para los sentidos, paz interior y un encuentro contigo mismo y con la madre naturaleza que siempre esta ahí para recordarnos que vivir es un privilegio.
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