Hacía tiempo que no publicaba un retrato en blanco y negro, pero con este lo tuve claro. El monocromo le aporta la fuerza que necesita, y no por que la imagen no la tenga por sí, sino para evitar distraerme con los colores y hacer más dramática esa fusión de luces y sombras que desdibuja en parte su perfil perfecto, bello, esbelto y elegante, como la sonrisa, la cual me recuerda a la de Mona Lisa, ya que la mirada me aporta sensaciones distintas a la misma.